42. "Pasen y Tomen Asiento. La Proyección Empezará dentro de Tres Minutos."


"Muy bien Alicia. Pues si no hay novedad nos veremos en una semana. Te espero el próximo jueves a la misma hora".
"De acuerdo Miguel. Nos vemos el próximo jueves."
Alicia salió de la consulta. Mientras bajaba las escaleras se preguntaba cuánto tiempo más iba a necesitar para vencer al enemigo. Su enemigo, contra el que llevaba más de dos décadas de incesante lucha, tenía nombre y apellidos: Fobia a las arañas.
Era incapaz de recordar el momento exacto en el que el pánico a las arañas pasó a formar parte de su ser. Hace seis meses, cuando empezó la terapia con Miguel, había intentado, sin éxito, recordar ese primer encuentro con los arácnidos. Siendo incapaz de recordarlo con precisión (lo más probable es que fuese en algún momento entre los seis y los nueve años), Miguel le propuso otra estrategia: Las arañas debían ser el símbolo de alguna otra cosa que era a la que en realidad Alicia temía. Empezó entonces un nuevo viaje al pasado intentando asociar lugares, personas y situaciones. Tal vez las arañas representaban a su madre dominante, o a su padre agresivo. O tal vez las arañas eran un símbolo de una niñez recluida en casa sin amigos con los que jugar. O pensándolo bien, también podían representar aquellos compañeros de clase hostiles de sus primeros cursos de primaria en el colegio del pueblo.
Al salir a la calle Alicia se sintió algo turbada. Con la cabeza embotada por tantos días de trabajo intenso, o al menos eso se dijo entonces, decidió no coger el bus y volver a casa andando. Por experiencia propia conocía las propiedades terapéuticas de un agradable paseo por las concurridas calles del centro de la ciudad.
Mientras se deslizaba entre turistas de piel nívea, maltratada por el implacable sol del mediterráneo y posteriormente reparada por ungüentos oleosos y lociones perfumadas, no dejaba de preguntarse si estaba avanzando algo con su terapia. Miguel era un reputado terapeuta, de eso no cabía duda, pero Alicia sabía que si ahora mismo se cruzaba una raquítica araña en su camino....uf!!! Sólo de pensarlo sus manos empezaban a sudar, su respiración se agitaba y una desagradable y familiar garra atenazaba su estómago.
Alicia encontró un banco para sentarse unos instantes. El pánico a las arañas la bloqueaba completamente y la transformaba en una estatua de mármol. Al cabo de unos instantes la tormenta empezó a remitir. Todo volvía a la normalidad. Sus manos dejaban de sudar, su respiración se acompasaba y la garra desaparecía, escondiéndose en alguna guarida recóndita de su mente hasta la próxima ocasión.
"Perdona. ¿Te apetece ver una película?". Sobresaltada Alicia se giró bruscamente hacia el lugar de donde procedía esa voz.
"Siento haberte asustado. No era mi intención."
Se trataba de un niño de unos diez años, de pelo pajizo, con ojos tranquilos y una boca grande por la que asomaban unos dientes blanquísimos. Era una cara familiar aunque Alicia no podía precisar.
"¿Nos conocemos?" preguntó curiosa.
El niño respondió encogiéndose de hombros.
"Ven. Quiero enseñarte algo."
Impulsada por un extraño resorte Alicia se levantó de un salto y sin decir ni una palabra empezó a andar junto al niño. Mientras volvían a navegar por las calles llenas de turistas (sobre la espalda de aquella pelirroja obesa se podía freír sin duda un huevo) Alicia se preguntaba qué estaba haciendo.
"Ya hemos llegado. Es aquí." Con estas palabras el niño sacó a la joven de sus pensamientos. Estaban ante la fachada de un edificio de paredes desconchadas que por lo que decía el cartel descolorido que todavía se mantenía sobre la puerta, en algún momento debió de ser un cine.
"Y esto, ¿de qué va?" preguntó una Alicia que empezaba a arrepentirse de haber seguido al chaval.
"Entra y lo verás. Hoy hacen una película que te va a encantar"
"Supongo que lo dices en broma."
"No. Te aseguro que te va a encantar". Y sin decir nada más el niño salió pitando y se perdió entre un grupo de turistas a l'ast.
El desconcierto inicial dejó paso a la curiosidad. Tímidamente entró en el cine. El hall estaba desierto aunque un agradable aroma a palomitas de maíz flotaba en el ambiente. En ese momento algo captó su atención. Hacia su derecha se abría un pasillo y un resplandor de luz rojiza llegaba desde esa dirección. Alicia tomó el pasillo y entonces pudo ver al final del mismo una amplia puerta coronada por un panel luminoso en el que se podía leer: "Pasen y tomen asiento. La proyección empezará dentro de tres minutos."
Era como si una fuerza invisible la estuviese atrayendo hacia esa puerta. Decidió no resistirse.
Al entrar en la sala no se sorprendió de ser la única espectadora. Lo que si que la desconcertó fue el tamaño de la sala. Era inmensa. Le recordó aquellas salas en las que muchos años antes había disfrutado de sesión doble los domingos por la tarde en compañía de su padre. Eso fue hace muchos, muchos años, antes de que los multicines acabasen con el cine.
Decidida, empezó a andar por el pasillo lateral derecho de la sala dejando atrás filas y más filas de butacas vacías. Al llegar a mitad de la sala, una nueva sorpresa. En el centro de la fila central una butaca de color blanco rodeada por un mar de butacas negras. Intuitivamente Alicia supo que esa era su butaca. Se sentó en ella y todavía tuvo unos segundos para pensar en lo raro que era todo aquello antes de que las luces de la sala se apagasen y empezase la proyección.
Solo hicieron falta unos pocos fotogramas para lograr que Alicia diese un salto en su butaca. La película, esa extraña película, correspondía a uno de los peores episodios de su vida. Se trataba de una película en blanco y negro. La acción transcurría en el jardín de la casa de verano del tío Luís y la tía Marta. Alicia lo supo al ver el inmenso rosal que sus tíos cuidaban como si de un hijo más se tratase. De repente aparecía en escena Alicia. Desde la butaca se le hacía raro verse a ella misma, siendo una niña de diez o doce años, dentro de la película, siendo un personaje más. A medida que transcurrían los segundos aparecían también sus primos Kike y Lucas. ¡Cuántas aventuras habían vivido juntos los tres durante los veranos de su infancia en la casa de sus tíos!
Alicia se centró en observar lo que sucedía en esa rara película en blanco y negro que ella protagonizaba. Súbitamente, Lucas se acercaba a la pequeña Alicia con una sonrisa maliciosa. Le mostraba sus dos puños cerrados y les decía: "Vamos, elige una mano." La pequeña Alicia dudaba mientras la mayor, sentada cómodamente en su butaca blanca, le decía: "La derecha, la derecha." Ajena a los consejos de la mayor, la pequeña Alicia le decía a su primo:"La izquierda." Lucas la miraba con sus pícaros ojos verdosos y le decía: "¿Seguro?".  "¡Seguro!" respondió la pequeña.
En ese momento la acción se precipitaba. Lucas abría su mano izquierda mostrándole a la pequeña Alicia una pequeña araña marrón, medio aplastada, incapaz de moverse al estar medio pegada a la palma de su mano. Alicia daba un salto hacia atrás, gritaba y se marchaba corriendo mientras sus primitos se partían de risa. La película acababa con un fotograma congelado de la pequeña corriendo despavorida por el jardín.
Alicia estaba perpleja. No entendía nada. ¿A qué venía todo aquello? ¿Cómo habían conseguido hacer esa película? Y lo más importante: ¿quién lo había hecho? Mientras pensaba en ello empezó a oír un extraño ruido. Al principio era tan solo un zumbido como si se tratase de un enjambre de abejas aunque en unos segundos el zumbido creció más y más. Era como el viento, como un ciclón. Después llegó la luz blanca, como si cien fotógrafos disparasen sus cámaras con flash a la vez. Y en una milésima de segundo Alícia se había metido dentro de la película, en su fotograma final. Ahora era ella la protagonista de una película que había dejado de ser en blanco y negro para recobrar  todo su brillo y sus colores originales. El ruido cesó. Silencio. Entonces empezó a sonar una música de circo. ¿Todavía quedaban más sorpresas? Sí.
Lentamente, Alicia vio como la película se rebobinaba ¡Con ella dentro! Corría dando pasos hacia atrás, acercándose a sus primos que emitían unos extraños sonidos (luego entendió que era el sonido que hacen unas risa al revés). La araña aparecía en la palma de la mano de Luís que se cerraba para esconder sus puños tras la espalda. Era imposible entender lo que decían ya que todo sucedía en sentido contrario, del final al principio. Incluso las palabras. Mientras la música del circo no dejaba de sonar la película llegaba a su final, o mejor dicho a su principio dejando sola a Alicia frente al rosal. De nuevo silencio. Pantalla en blanco. El ciclo se repitió tres o cuatro veces más, empezando con Alicia en el último fotograma de la película y acabando con una pantalla en blanco. Y en cada repetición los movimientos eran más rápidos y más cómicos, las palabras más ininteligibles y la música de circo sonaba más deprisa.
Finalmente, las luces de la sala se encendieron y Alicia se mareó un poco al levantarse de la butaca. La sala continuaba desierta y se limitó a andar en silencio hacia la salida. De nuevo en la calle se encontró con el niño de pelo pajizo y dientes blanquísimos. Alicia sabía que la estaba esperando.
"¿Cómo estás?" preguntó el pequeño.
"No sé. Diría que un poco rara".
"Entiendo. Es lo normal." dijo el niño. "Oye Alicia, mira detrás de ti. En la pared."
Alicia se giró con la certeza de saber lo que encontraría. En efecto. Se trataba de una pequeña araña de color negruzco, trepando laboriosamente por la pared desconchada del cine. A menos de medio metro de su cara. Alicia la contempló y dijo: "¡Qué asco de animal! No me gustan nada las arañas".  Y nada más. Absolutamente nada más. Manos calmadas y secas, respiración apacible, estómago tranquilo. Dedicó unos segundos más a inspeccionar la araña y nada sucedió. Absolutamente nada más.
Bruscamente se giró hacia el niño y dijo: "Pero se puede saber como diablos...."  El niño ya no estaba. Se había esfumado. Alicia esperó hasta que la pequeña araña desapareciese por completo pared arriba. Respiró profundamente y empezó a caminar rumbo a casa. Por el camino llamó a Miguel para decirle que el próximo jueves no iría a la sesión. No iba a necesitar más sesiones. Tenía una nueva y plena vida por vivir.









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