44. Entrevistas reales a personajes ficticios.

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Debo reconocer que la primera impresión que tuve de Adán (permitidme que no utilice su nombre real ya que así me lo pidió él al finalizar la entrevista) fue algo similar a una pequeña decepción. Las historias que me habían explicado de él hicieron que mi imaginación se desbordase. Pensaba que Adán tendría un aspecto imponente, seductor,  magnético, lleno de vitalidad.
Era un hombre que rondaba los cincuenta, más bien bajito, con aspecto de pescador o de mecánico de taller coches. Cabeza bien redonda, escondida bajo una capucha (tal vez creía que así podía mantener también sus pensamientos bien escondidos). Frente amplia, que según dicen denota honestidad, y cejas bien pobladas coronando unos ojos pequeños, oscuros, siempre medio cerrados como si le molestase la luz del sol o estuviese siempre embarcado en pensamientos de gran trascendencia. Nariz Augusta y una barba y bigote abrazando unos labios delgados. En verdad, nada del aspecto de Adán hacía sospechar que se tratase de un ser extraordinario.
La entrevista empezó con las formalidades habituales aunque rápidamente entramos en materia.
- O sea Adán, que según afirmas, eres capaz de leer el pensamiento de las personas. ¿Es así?
- Bueno en realidad no es exactamente así. Lo que sucede es que he llegado a aprender como funciona la mente humana, como son los mecanismos que rigen el proceso del pensamiento. Si uno intenta descifrar un código sin estar en posesión de la clave...bueno es prácticamente imposible. Pero en el momento que dispones de la clave que da acceso al código....entonces es un juego de niños.
- ¿Me estás diciendo que has llegado a conocer como funciona nuestro cerebro y por tanto eres capaz de anticipar sus pensamientos?
- Bueno, más o menos se trata de eso.
-¿Pero cómo lo haces? Quiero decir, ¿de dónde obtienes la información?
-Me limito a observar atentamente lo que dicen las personas, como lo dicen, como se mueven sus cuerpos, sus miradas, su olor, su piel. Al principio se trataba de un trabajo consciente de recopilación de información, de procesado de la misma y de asignación de un significado al resultado. Con el tiempo se ha convertido en algo automático e instantáneo. Ahora con tan sólo ver a la persona ya soy capaz de conocer muchas cosas de ella. Y eso me pasa aunque yo no quiera. No puedo evitarlo. Simplemente sucede. Es como si me asomase al interior de la mente de la persona que tengo delante y pudiese leerla sin ninguna dificultad.
- Me parece increíble. ¿Puedes hacerme una demostración?
- Sabía que me lo pedirías.
-¿Entonces?
- Dime, ¿qué quieres saber?
- No sé. Cualquier cosa.
- De acuerdo. Estás pensando que te gustaría creer en lo que digo pero no puedes.
- ¡Bingo! Aunque eso era algo fácil de adivinar.
- Eres el menor de tus hermanos. Cuando eras más joven practicabas mucho deporte. Has trabajado en varios países en los últimos años. ¿Satisfecho?
- La cosa se pone interesante aunque hoy en día en la red puedes encontrar mucha información sobre cualquier  persona.
- Vale listillo. Veo que no te das por satisfecho todavía.
Entonces Adán cerró los ojos durante unos segundos. En su rostro se reflejaba el tedio y la resignación de una persona que se ve obligada a llevar a cabo una tarea que ya ha hecho centenares de veces antes.
Al abrir los ojos permaneció en silencio y clavó su ahora intensa mirada en mis ojos.
Transcurrieron unos segundos y una extraña sensación se apoderó de mi. Realmente sentía que Adán era capaz de estar leyendo mi mente en esos instantes. Sin saber exactamente el porqué me vino a la mente una imagen de mi último viaje a la Toscana.
- La Toscana -dijo Adán con voz firme.
- ¿Cómo dices?
- Estás pensando en la Toscana - añadió con cierto tono de brusquedad.
- Pero ¿cómo has podido...? -repliqué sorprendido.
Entonces empecé a pensar en cosas sin ninguna relación entre si. Se me ocurrió pensar en una suma : 3 + 5 a lo que Adán respondió instantáneamente: - Ocho.
Pensé en el libro que estaba leyendo esos días. - Lolita. Respondió Adán con los ojos brillantes.
Pensé en lo que me apetecía cenar esa noche. - Dorada a la sal. Y una ensalada. Acertó de nuevo Adán.
Pensé en el nombre de un compañero del instituto que no había vuelto a ver. -Eduardo. Dijo Adán con desgana.
¿Satisfecho ahora?
Aquello era increíble. Ese hombre tenía un don. Ese hombre era capaz de leer la mente de las personas.
Toda mi excitación se vino al traste cuando Adán, dándome la espalda, me dijo: -No es un don. Es una maldición. Yo no puedo evitar hacerlo.
Entendí entonces la soledad de Adán, su mirada triste, su deseo de apartarse del mundo.
Efectivamente aquello no era un don. Era una maldición terrible. Mientras apagaba la grabadora y recogía mis notas pensé en cómo reaccionaría Alicia cuando se lo explicase al llegar a casa esa misma noche.
- Un bonito nombre. Espero que encontréis el verdadero país de las maravillas.
Y se marchó. Sin hacer ruido. Montaña arriba hasta desaparecer en la profundidad del bosque.
Me sentí afortunado por no ser capaz de leer la mente de las personas...todavía.



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