45. ¡Strike!

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strike: Anglicismo utilizado en el deporte de bolos (bowling) para definir la situación que se produce cuando se derriban todos los bolos con la primera bola de la jugada.

"¿Estás listo César?"
"Siempre listo Miguel. Recuerda lo que te he dicho. Una sola pregunta va a ser suficiente."
Mientras César se acercaba con paso lento hacia el estrado un silencio sepulcral se imponía en la sala. A la derecha, el jurado formado por nueve ciudadanos ansiosos por finalizar su deber cívico y así poder reincorporarse a sus quehaceres habituales.
En el centro la jueza, ansiosa por finiquitar un juicio que ya se le hacía demasiado largo.
A la izquierda el acusado ocupando cómodamente su asiento. El acusado era un banquero de unos sesenta años. Pelo moreno canoso engominado y peinado hacia atrás, traje italiano, impecable, reloj desproporcionadamente voluminoso, piel bronceada fruto de una persistente y sistemática dedicación a bordo de yates, playas privadas y campos de golf. Uno de esos tipos que transpira invulnerabilidad por todos y cada uno de los poros de su piel. Uno de esos hombres que están encantados de haberse conocido.
César era fiscal. Hacía más de veinte años que se dedicaba con pasión a su trabajo. Heredero de una saga de ilustres abogados siempre se había dedicado a ejercer como fiscal. Había renunciado a un par de tentadoras y suculentas ofertas procedentes de conocidos despachos de abogados de la ciudad que le habían causado múltiples dolores de cabeza y le habían valido memorables discusiones con su padre, sus tíos y sus hermanos. "Yo soy y quiero continuar siendo fiscal y punto." Era la respuesta de César cuando se veía acorralado y tenía ganas de zanjar el tema. Sólido y sin fisuras.
Al llegar frente al acusado César se detuvo, miró brevemente su reloj y se dirigió a la jueza.
"Señoría, sólo voy a hacerle una pregunta al acusado. Creo que va a ser suficiente"
"Proceda, por favor." Murmuró la jueza con cierto aire de impaciencia y renovado interés.
"Gracias Señoria. No obstante, antes de hacer mi pregunta me gustaría confirmar cierta información con el acusado". La jueza asintió con la cabeza.
César lanzó una mirada al jurado y pudo ver sus caras de curiosidad y alivio al descubrir que sería un interrogatorio corto y que el fiscal no se dedicaría a confundir al acusado con más y más preguntas.
Dirigiéndose, ahora sí al acusado, César aclaró su voz y dijo:
"Buenos días. Voy a hacerle unas preguntas de verificación antes de iniciar el interrogatorio. Le pido que conteste a mis preguntas únicamente con un sí o un no. ¿De acuerdo?"
El acusado asintió esbozando una desconfiada sonrisa que puso al descubierto dos filas de dientes blanquísimos, perfectos, dignos de un tiburón.
"Muy bien. ¿Su nombre es Domingo Enríquez de Orellana?".
"Sí." Respondió el acusado con voz grave.
"¿Es usted el presidente y por lo tanto el máximo responsable del Banco Solmar ?"
"Sí."
"¿Ha recibido su banco ayudas públicas en los últimos tres años?"
"No." Dijo con autoridad.
"Muy bien. Y la pregunta que le quiero formular es..."
Silencio absoluto y caras de expectación por parte de todo el mundo.
"¿Ha dejado ya de desviar fondos de algunos de sus clientes a paraísos fiscales?"
Al oír la pregunta el acusado abandonó su cómoda postura en su asiento, se incorporó y tras borrar la sonrisita de sus labios miró con sorpresa a su abogado, a la jueza y al jurado.
"Sí, quiero decir no. Bueno, pero ¿cómo se atreve...?
"Le pido que responda a mi pregunta señor Enríquez. Es una pregunta muy simple. Únicamente responda con un o un no." Respondió implacablemente el fiscal.
"Pero yo nunca...esto es intolerable. ¿quién se ha creído que es usted para acusarme?" Balbuceó el banquero indignado.
"Se lo pido por última vez. Responda simplemente sí o no. No parece algo tan difícil para un hombre tan inteligente como usted. ¿Ha dejado ya de desviar fondos de algunos de sus clientes a paraísos fiscales?"
"Yo... en realidad nunca" murmuró desconcertado el banquero.
"Da igual. No es necesario que responda. Creo que su actitud y su incapacidad para responder una pregunta tan sencilla es en realidad una respuesta suficientemente elocuente para nuestro jurado. No tengo más preguntas."
Derrotado, el banquero se levantó de su asiento y cabizbajo abandonó el estrado en medio de los murmullos del público de la sala. Todavía no entendía lo que había acabado de suceder.
El lenguaje contiene paradojas que en ocasiones ponen en jaque a nuestra mente. Es como si de forma inesperada nuestro ordenador central se colgase y todos los procesos mentales quedasen interrumpidos debido a la formación de un bucle. Un bucle del que es imposible salir sin previamente salir del sistema y acceder a un nivel lógico superior (un metanivel, un metalenguaje). César demuestra que es un hábil fiscal al tenderle una trampa al acusado: Primero, hace uso de una de las herramientas más importantes en el campo de la retórica y la influencia, el pre-encuadre. Define los límites de la relación comunicativa que va a establecerse entre él y el acusado (Le pido que conteste a mis preguntas únicamente con un sí o un no. ¿De acuerdo?). Una vez el acusado ha aceptado las reglas del juego, le lanza su trampa, la pregunta paradójica imposible de responder sin salirse de los límites establecidos en el pre-encuadre. ¿Cómo es posible dar una respuesta satisfactoria a la pregunta del fiscal respondiendo únicamente sí o no? Sencillamente es imposible. ¡Strike!

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