David, Javier y Juan rodeaban a Carlos mientras él actuaba como maestro de ceremonias. Silvia y Laura contemplaban la escena horrorizadas desde más atrás. "Lo véis." dijo Carlos con voz triunfal. "Ya os lo dije". Los tres niños miraban con ojos de sorpresa los movimientos que hacía el fragmento de cola de lagartija que Carlos había cortado con precisión quirúrgica y que ahora se movía sobre la palma de su mano. Mientras, las dos niñas intentaban taparse los ojos con sus manos aunque la curiosidad propia de su edad hacía que no pudiesen resistirse a contemplar la escena. "Ya os lo dije." repitió Carlos. "Le puedes cortar la cola a una lagartija y va a continuar moviéndose aunque esté separada del cuerpo. Realmente son unos animales increíbles".
Hace 65 millones de años la vida en la Tierra no era tan compleja como lo es hoy. No existía Internet ni tampoco las hipotecas, ni los compañeros de trabajo, ni los hijos adolescentes, ni los planes de jubilación. Nada de todo eso existía al final de la era Mesozoica. En aquella época la vida era simple (que no fácil): Nacías, crecías, te reproducías y morías. Sin complicaciones, sin sofisticaciones. Por aquel entonces los reptiles eran los seres más avanzados del planeta. Y dominaban el mundo gracias a su cerebro tan "desarrollado". Pero esa época pasó y los grandes reptiles se extinguieron. Aparecieron los primeros mamíferos, más tarde los primeros primates y finalmente llegamos nosotros. Y el mundo pasó a ser un lugar muy complicado. Y aunque hoy en día miramos con desprecio a lagartos y lagartijas estaría bien saber que esos extraños animalejos nos dejaron un regalo antes de partir. Un regalo que, aunque la evolución se encargó de disimular, perdura en nuestro interior.
Me estoy refiriendo a su cerebro. Tal vez algunos de vosotros ya sabéis que nuestro evolucionado cerebro de humano, del que nos sentimos tan y tan orgullosos, se parece a una cebolla. Las capas más superficiales de nuestra cebolla corresponden al neocórtex. Esa parte del cerebro que nos ha permitido construir puentes, componer canciones y viajar hasta la luna. Un poco por debajo del neocórtex encontramos el paleocórtex. Esta capa ya no es de nuestra propiedad exclusiva ya que la compartimos con otros mamíferos. El paleocórtex es responsable de la interpretación de estímulos y su clasificación como agradables o desagradables y también de la respuesta "irracional" a las emociones. Finalmente, en el centro de la cebolla encontramos el regalo de los lagartos: El cerebro reptiliano.
Esa parte tan primitiva de nuestro cerebro es la que en realidad garantiza nuestra supervivencia como individuos. El cerebro reptiliano funciona como un radar. Constantemente está detectando lo que pasa a nuestro alrededor y cuando detecta algo nuevo rápidamente de hace tres preguntas. Tres únicas preguntas: ¿Me puede matar?, ¿me lo puedo comer?, ¿puedo tener relaciones sexuales con eso?. Tres únicas y fundamentales preguntas. Todas ellas orientadas a garantizar la supervivencia del individuo y de la especie. Genial, pero ¿qué tiene eso que ver con el coaching, la PNL o la comunicación? Seguro que algunos de vosotros tenéis que dar alguna charla o hacer alguna presentación delante de un grupo de gente por motivos de vuestro trabajo. O tal vez sois de los que disfrutan explicando cosas a sus amigos o a su familia. En ambos casos estoy seguro que alguna vez os habéis hecho la pregunta ¿y cómo capto la atención de los otros? Bueno pues aprovechando las propiedades del cerebro reptiliano que todos tenemos. ¿Cómo? Muy fácil. Si en el transcurso de una presentación intercaláis alguna imagen relacionada con comida, con peligro o con sexo (os sugiero que no seáis demasiado explícitos), ninguna de las personas que os escucha podrá evitar dirigir su atención hacia lo que estáis diciendo. Las respuestas de nuestro cerebro reptiliano escapan del control de nuestra voluntad. Un truco infalible.
Y lentamente la cola de lagartija dejó de moverse. Entonces David, Javier, Juan, Carlos, Silvia y Laura se montaron en sus bicis y se dispusieron a vivir una nueva aventura. Una de esas aventuras que sólo vives cuando tienes diez años y pasas todo el verano en un pequeño pueblecito de la sierra.

Ahora entiendo porque me gusta tanto comer y otras cosas, je,je… Debo tener un cerebro reptiliano superdotado...
ResponderEliminarO un neocórtex que se deja llevar.....ja,ja. Gracias por participar.
EliminarAquesta entrada em va perfecta, la setmana que ve he de fer una presentació just abans de dinar i després d'una jornada formativa de més de 5 hores. Potser començ amb una imatge a la pantallà d'algun plat suculent i dient "ara tots preferiríem anar a dinar, però tenc una proposta millor...."
ResponderEliminarSr Guipell: Si vostè fa això li garanteixo que captarà TOTA l'atenció de l'audiència. No obstant, si el missatge és molt potent serà difícil que l'audiència pugui pensar en alguna cosa més que no sigui el suculent menjar. De vegades és difícil modular l'impuls del nostre cervell reptilià. Ja ens explicarà a tots com ha funcionat. Gràcies per col.laborar en aquest bloc.
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