67. Viajar Sin Equipaje.

Publicado originalmente el 18/10/2012 en Jux.com

Foto: Bartomeu Miró Mateu



Me gusta viajar ligero de equipaje. Eso me permite centrarme en las imágenes, los sonidos, los aromas, los sabores y un sinfín de sensaciones que formarán el recuerdo que quedará almacenado en mi mente y al que recurriré siempre que quiera volver a disfrutar del mismo. Cuando voy cargado de equipaje estoy ocupado en otras cosas: “¿Me habré dejado algo?, ¿Pesará demasiado?, ¿Me pondrán pegas en la aduana?, ¿Y si pierdo una maleta?....”. Todos estos pensamientos no hacen más que distraerme y en ocasiones impiden que disfrute plenamente del viaje. Hay casos extremos en los que el equipaje es tan pesado que nos impide avanzar ni un solo paso.

Un Maestro y su discípulo salieron del monasterio donde habitaban y se dirigieron al pueblo más cercano para hacer acopio de provisiones. Su religión no les permitía hablar ni tener ningún tipo de contacto físico con las personas que vivían fuera del monasterio. Esta prohibición era especialmente severa en algunos días concretos del año. Y aquel era uno de esos días. 

De regreso al monasterio, el Maestro y su discípulo encontraron a una mujer que desde una orilla del río contemplaba con preocupación el discurrir de las caudalosas aguas. Era época de deshielo y por ese motivo las aguas corrían furiosas río abajo. Cuando la mujer se percató de la presencia de los dos monjes sonrió y con gran alivio les preguntó si serían tan amables de ayudarla a cruzar el río. “Por supuesto” respondió el Maestro sin vacilar. Y sin mediar palabra la cargó sobre su espalda y juntos cruzaron el río. Al llegar a la otra orilla la mujer respiró aliviada y tras darle las gracias prosiguió su camino. Los dos monjes continuaron el camino de regreso al monasterio en silencio. Tras más de una hora de viaje entre bosques y senderos el monje más joven se detuvo de pronto y con una mezcla de indignación y decepción le preguntó a su Maestro: “Pero ¿cómo ha podido hacer esto Maestro? Yo le respeto profundamente porque usted me ha enseñado todos los principios de nuestra religión. Usted es un modelo de virtud para mí y en cambio, ha infringido las normas al atreverse no sólo a hablar sino incluso a cargar sobre su espalda a esa mujer para cruzar el río”. El maestro se detuvo y tras reflexionar unos segundos le contestó: “Efectivamente, yo he cargado con esa mujer para ayudarla a cruzar el río y tras cruzar la he descargado en la otra orilla. Por lo que veo, tú todavía la llevas cargada sobre tu espalda” Y el Maestro continuó su camino tranquilamente hacia el monasterio disfrutando del aroma de las flores en primavera y del revuelo de las mariposas.

Y tú, ¿eres de los que siempre va cargado con sus mochilas?

5 comentarios:

  1. Ostres! jo encara estic aprenen a deixar que les coses flueixin soles, i a no portar-les a l'esquena. Com tardi molt se'm passarà l'arròs...

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  2. Doncs jo crec que es tracta precisament d'això. De saber descarregar-se les motxilles quan ja no ens serveixen de res, excepte fer-nos el viatge més pesat. Gràcies per participar!

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  3. Anónimo9:14

    Bon dia, a veces hay que incumplir las normas y dejar que nuestro SER surja y nos de alivio, buen combate!!!!!

    Un abrazo

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  4. Esta muy bien, por lo menos hemos de intentarlo, creo que el mayor enemigo es la inercia del habito... Se tienen que cambiar muchas conexiones neuronales para cambiar... Se puede, si por supuesto, pero con pequeñas cosas y eso nos lleva a las cosas mas grandes!. Besos.

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  5. También podemos aprender de la gente que sabe desprenderse de las cargas con suma facilidad. La PNL propone un sistema para ello: El modelado.

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